Era el
décimo día de confinamiento. Me desperté, con pereza, pensando que otra
vez iba a tener que sentarme yo solo frente al libro y al ordenador. Pero
entonces, vi pasar un pterodáctilo por la ventana y un apatosaurio rompió con
su cuello la otra ventana. Asustado, corrí hacia la puerta de salida. Cuando la
tiró un stygimoloch, lo esquivé y salí a la calle y me quedé alucinado. Dinosaurios
y dinosaurios por todas partes: iguanodons, tiranosaurios, microceratops,
anchiceratops… Los dinosaurios no atacaban e intenté tocar uno en concreto, un
parasaurolopus. Lo toqué y no pasó nada, así que lo domestiqué.
CONTINUARÁ.
Nico
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